Cuando te bajes del vehículo hagas lo que hagas siempre será mirando hacia el techo del mundo. La montaña lo domina todo y su presencia es casi hipnótica, tienes ante tus ojos la cima más alta del mundo y no la estás viendo a través de una pantalla.
Llegábamos al monasterio de Rongbuk, situado los pies del Everest, en el glaciar de Rongbuk a unos 5000 metros de altura, es por tanto considerado como el monasterio más alto del mundo. Desde aquí el campamento base norte del Everest está a tiro de piedra. Un lugar único en el mundo en el que pasar la noche fue uno de los momentos más inolvidables… y fríos de mi vida.
Llegamos por la tarde a este hermoso paraje, después de acercarnos todo lo que las autoridades Chinas permitían a la majestuosa montaña, volvimos por la carretera hasta el monasterio, a su lado se levanta la “guesthouse” donde los turistas se alojan, una muy modesta construcción donde sin embargo puedes disfrutar de una de las mejores puestas de sol del mundo.
Mientras algunos de mis compañeros dedicaron las pocas horas de sol que nos quedaban a visitar el monasterio, Aitor y yo decidimos aprovechar la luz para guardar en nuestra memoria, y en la de nuestras cámaras también, aquel paisaje que tal vez no volveríamos a ver en persona nunca más.
Justo en la entrada del monasterio una manada de Yaks pacían de la poca vegetación que sobresalía entre la nieve y el hielo, nosotros confiados por su inocente aspecto empezamos a fotografiarlos obteniendo estampas tan bonitas como esta.
Lo que ignorábamos es que los Yaks son bastante territoriales y a alguno empezó a no gustarle nada que pasáramos tanto tiempo cerca de la manada, por lo que nos avisó con una corta embestida, a la que respondimos recogiendo el equipo de manera tan rápida como pudimos y corriendo lo más lejos posible del enfadado animal, mientras algunos tibetanos que nos observaban se reían de la cómica escena.
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