No voy a negarlo, soy más de montaña que de playa, aunque siempre apetece un poco de mar, eso si nosotros nos alejamos de los grandes bullicios y sobre todo evitamos las horas en las que el sol más calienta, mi intención no es ponerme moreno (más que nada porque lo mío es o blanco o rojo y sinceramente el blanco me encanta), si no buscar un momento de tranquilidad y descanso y por supuesto de un baño refrescante.
Unos días por Cantabria nos dieron para visitar preciosas playas, aquel día elegimos la playa de Arnía, muy cerca de Santander en el municipio de Piélagos se encuentra un paisaje costero precioso, esta playa de muy fácil acceso tiene todo lo que se le puede pedir, a un lado, un buen trozo de arenal con un mar poco peligroso y al otro lado, un gran espacio lleno de rocas erosionadas por la fuerza del mar durante miles y miles de años. Un paisaje espectacular que se acentúa cuando el sol empieza a ponerse.
Disfrutamos las últimas horas de ese día tumbados en la arena, poco a poco el sol aflojaba y la arena que hacia unas horas quemaba la planta de los pies se enfriaba y masajeaba nuestros pies cálidamente. Nos dirigimos entonces a la otra parte de la playa, subimos por unos accesibles caminos a la cima del pequeño acantilado y aguardamos a que el sol se fuera ocultando en el horizonte, no sé cuánto tiempo esperamos, no importaba el espectáculo era mayúsculo.
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